Grinch

A minutos de que termine el primer día del 2010, me he animado por seguir el proyecto como un nuevo propósito.
Me he dado cuenta de que las fiestas han pasado casi desapercibidas, casi sin ser nada.
Y no por falta de entusiasmo, sino porque en lo personal, mientras vas creciendo y va pasando el tiempo, dejas de tomar cierta importancia a cosas que de niño te provocaban emoción casi al punto de la euforia. Hoy siento ser una especie de "Grinch citadino" que le molesta en demasía tener que lidiar a diario con el trafico que provoca el Arbolito del Sr. Ebrard.
El día de ayer un pequeño de 8 años me regresó esa emoción ya perdida desde hace mucho. No se cuando la perdí pero se que ya hace algunos años no estaba conmigo.
Esperaba ya el brindis y la cena para retirarme a dormir.
El inocente conteo regresivo en su tierna voz y sus ojos fijos en el televisor durante los últimos segundos me llevó a recordar mi niñez bella en navidades, llena de aromas, adornos, emociones y sentimientos cuando salia con mis padres al mercado por los ingredientes de la cena, a los almacenes a ver juguetes, al ambiente de la iglesia, la espera de los reyes magos, etc... Hay tanto que había perdido o mejor dicho olvidado.
Y llegué a la conclusión que la felicidad no tiene un método o receta, ni un ingrediente secreto. Uno la forja a diario. Ese será mi propósito para conmigo y los que me rodean.
A mis treinta y tantos años, solo tengo algo que decirle a ese niño mientras le abrazo fuertemente...
- Gracias amigo, Feliz Año Nuevo ¡¡¡¡

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