Me he dado cuenta de que las fiestas han pasado casi desapercibidas, casi sin ser nada.

Esperaba ya el brindis y la cena para retirarme a dormir.
El inocente conteo regresivo en su tierna voz y sus ojos fijos en el televisor durante los últimos segundos me llevó a recordar mi niñez bella en navidades, llena de aromas, adornos, emociones y sentimientos cuando salia con mis padres al mercado por los ingredientes de la cena, a los almacenes a ver juguetes, al ambiente de la iglesia, la espera de los reyes magos, etc... Hay tanto que había perdido o mejor dicho olvidado.
Y llegué a la conclusión que la felicidad no tiene un método o receta, ni un ingrediente secreto. Uno la forja a diario. Ese será mi propósito para conmigo y los que me rodean.
A mis treinta y tantos años, solo tengo algo que decirle a ese niño mientras le abrazo fuertemente...- Gracias amigo, Feliz Año Nuevo ¡¡¡¡
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